Retomo el tema porque parece que, según lo que me contaba ayer el compañero @Oldplastik, el tazagrandismo cremaalopécico parece haberse extendido y ya no es exclusivo de algunas cafeterías madrileñas sino que ha llegado también al Levante peninsular. Y con él, como salidas de una fábrica de ideas, se han exportado las razones que lo defenderían.
Hemos hablado sobre ello delante de una taza injustificadamente enorme con una calva como las de las fotos que colgó en su día @PCJAnt (ya me aburre hacer fotos a esas cosas y por eso no las he hecho) y que, a pesar de todo, estaba muy bueno.
Comentamos que el argumento justificativo parece ser siempre el mismo: que la crema concentra los sabores amargos y ambos coincidimos que para evitarlo está la cucharilla y por eso removemos

. Le cuento la animada conversación que tuve al respecto con una muy buena barista que defendía la nueva Verdad alopécica hace tan solo unas semanas y, atravesando la calle de San Bernardo, nos dirigimos allí para que el compañero conozca uno de los templos cafeteros de la ciudad, al menos en cuanto a estética de máquinas.
La sorpresa viene cuando, otro barista, con el mismo grano utilizado hace unos días para servirme el café en una taza sobredimensionada, nos los prepara en una taza bastante adecuada para espresso y nos la sirve con una vistosa crema que, después de remover con la cucharilla, sigue existiendo con cierta dignidad y no, no tiene sabores amargos concentrados. Los pocos espressos que vimos estaban todos en taza de espresso.
Es cierto que la humanidad ha avanzado gracias a la revisión continua de dogmas pero, en esto del café, a veces parece que estamos bailando Paquito el Chocolatero.
Entre aconsejar bien y aconsejar mal hay un honrado término medio: no dar consejos