- 06 Abr 2023, 17:44
#65598
No es más que un alegato en favor de este método tan tradicional.
Tengo varios "calcetines" de diferentes tamaños porque me gusta tomarme un café de puchero muy de vez en cuando, la gente me mira raro cuando digo que todavía sigo tomándome cafés de puchero y la verdad, no sé porqué, anda que no se hicieron cafés de puchero en España cuando hasta tener una simple cafetera italiana era un lujo.
Es un método de preparación muy sencillo y extremadamente flexible que se adapta a los gustos de casi todo el mundo, puedes prepararlo incluso si no tienes acceso más que a un simple mortero, admite desde la molienda más fina hasta la más basta.
Recuerdo un bar en las hoces de Vegacervera que para mi pandilla era parada obligatoria cuando pasábamos por ahí o cerca parar a comer, acabar sentados en la mesa, con el botón de la cintura del pantalón desabrochada y en estado semicomatoso después de una comida pantagruélica, pedir los cafés y decirnos el camarero "Van a tardar un poquito, porque no tenemos cafetera y lo hacemos de puchero" y en ese momento abrírsenos las puertas del cielo, esperar lo que hiciese falta para echarnos al coleto esa ambrosía divina de color oscuro, ni "un cortadito largo de café" ni "uno con leche" ni "una leche manchada" ni demás lindezas, la pota en medio de la mesa, otro cazo con leche caliente ordeñada aquella misma mañana con un dedo de nata en la superficie, el calcetín para colarlo y una cazoleta para servirse y esperar con ansia canina el turno para servirse el café.
Tengo varios "calcetines" de diferentes tamaños porque me gusta tomarme un café de puchero muy de vez en cuando, la gente me mira raro cuando digo que todavía sigo tomándome cafés de puchero y la verdad, no sé porqué, anda que no se hicieron cafés de puchero en España cuando hasta tener una simple cafetera italiana era un lujo.
Es un método de preparación muy sencillo y extremadamente flexible que se adapta a los gustos de casi todo el mundo, puedes prepararlo incluso si no tienes acceso más que a un simple mortero, admite desde la molienda más fina hasta la más basta.
Recuerdo un bar en las hoces de Vegacervera que para mi pandilla era parada obligatoria cuando pasábamos por ahí o cerca parar a comer, acabar sentados en la mesa, con el botón de la cintura del pantalón desabrochada y en estado semicomatoso después de una comida pantagruélica, pedir los cafés y decirnos el camarero "Van a tardar un poquito, porque no tenemos cafetera y lo hacemos de puchero" y en ese momento abrírsenos las puertas del cielo, esperar lo que hiciese falta para echarnos al coleto esa ambrosía divina de color oscuro, ni "un cortadito largo de café" ni "uno con leche" ni "una leche manchada" ni demás lindezas, la pota en medio de la mesa, otro cazo con leche caliente ordeñada aquella misma mañana con un dedo de nata en la superficie, el calcetín para colarlo y una cazoleta para servirse y esperar con ansia canina el turno para servirse el café.